lunes, 23 de marzo de 2015

Estilo minimalista; menos es más

Desde que, a finales de los 60, irrumpiese en la escena del diseño y la arquitectura, el estilo minimalista ha sufrido ideas y venidas. Sin embargo, en los últimos años se ha convertido en una de las tendencias de moda en muchos hogares. Caracterizado por su equilibrio, armonía, elegancia y practicidad, este estilo se busca la tranquilidad y funcionalidad en un diseño basado en la expresión de lo mínimo… 
Surgido en Nueva York con la llegada a EE.UU. del alemán Ludwig Mies Van der Rohe, director de la Bauhaus en la década de los 60, el minimalismo se centra en los espacios y la propia arquitectura, convirtiéndolos en elementos decorativos sin necesidad de otros complementos adicionales. El principio en que se basa este estilo no es otro que la simplicidad de las formas.
Como señalaba el propio Van der Rohe, “menos es más”. Por eso, cuantos menos elementos haya en cada una de las estancias, mejor. Así, a la hora de decorar la casa se debe buscar la tranquilidad y serenidad mediante líneas puras y rectas, y volúmenes simples y geométricos.

En este tipo de viviendas sólo se emplean los muebles imprescindibles. Estos deben ser estilizados, más anchos que altos, y, sobre todo, funcionales, sin renunciar, claro está, a la comodidad. De diseño pulcro, con acabados lisos y unas formas simples y rectas.
Suelen estar realizados en materiales naturales y elegantes, como la madera, el cristal o el acero, combinados con el cemento pulido o la piedra como revestimientos de suelos y/o paredes. La distribución de las piezas del mobiliario suele ser simétrica y espaciosa, permaneciendo pegados a la pared para conseguir más luminosidad y amplitud.


Precisamente eso lo que la decoración minimalista pretende; la creación de espacios amplios, despejados y luminosos que proporcionen una sensación de serenidad y orden, donde el propio espacio sea el gran protagonista. Esta relajación se consigue, en parte, gracias a tonos neutros como los beiges o marrones y otros más puros como los negros y blancos. De hecho, la combinación de estos dos últimos es una de las más utilizadas.
Una de las características principales del minimalismo es el monocromatismo: paredes, suelos y techos se visten de un solo color, a menudo de tonos oscuros como negros y marrones u otros más claros como grises y blancos, intentando no sobrecargar la estancia, pero convirtiéndola en un espacio amplio y sobrio, relajado. El punto de color, lo aportan los pocos elementos decorativos que haya.
Y es que los adornos son escasos: alguna planta, flores y, sobre todo, obras artísticas abstractas, vanguardistas o contemporáneas, en colores que sigan el resto de la decoración. Estos complementos deben elegirse con cuidado, ya que, aunque deben aportar el contraste al monocromatismo, también deben ir a juego con el resto de la estancia. Es por eso que, elementos como los textiles también invitarán a la relajación: tejidos como algodón, lino o lana en fondos lisos, evitando los estampados agresivos.
En definitiva, el minimalismo es un estilo que reclama la vuelta a lo esencial, reduciendo todo a lo básico como los colores puros y las formas geométricas simples, para conseguir efectos estéticos con el menor número de elementos posibles. Una decoración elegante y simple, con materiales naturales, perfecta para personas modernas, ordenadas y prácticas.



Fuente: Este post fué publicado en el blog fotocasa en agosto de 2.014

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